Treinta años separan los films «Arde Mississippi» (Alan Parker, 1988) y «Cuestión de Justícia» (Destin Cretton, 2019), pero también las historias que en ellas se cuentan, y sin embargo, vemos que poca cosa ha cambiado en los estados del sur .
En ambas películas, basadas en hechos reales, las instituciones blancas, policiales y judiciales, son estructuralmente, y activamente, racistas, por lo que ser negro te convierte en la diana de todo el odio.
La vida de un hombre negro no tiene el mismo valor que la de un blanco, por lo que un hombre negro siempre será culpable, por ser negro y pobre, de cualquier crimen, de cualquier protesta por sus derechos, humillado y vejado por el sistema.
Despojado de derechos no recibirá un juicio justo y muy probablemente acabará en la silla eléctrica. En este punto difieren los dos films. Mientras el primera se centra en el asesinato de unos jóvenes defensores de los derechos humanos y en la presencia del ku klux klan entre los miembros de las instituciones (alcaldia, policia….), en la segunda, además de denunciar el racismo endémico, se centra en poner de relieve la injustícia presente en el corredor de la muerte.
En un país en que la justícia no es igual para todos, en que se puede manipular a su antojo y encarcelar a inocentes y condenarlos a la pena de muerte, y en que un 15% de los condenados a muerte no fueron culpables de los crímenes que se les imputaron, la pena de muerte es uno de los grandes errores del sistema. Cualquiera puede llegar hasta ella, sobretodo si eres negro, pobre y vives en Alabama.
Cuestión de justícia (2019)